Esta leyenda es de Muxía, donde está a pedra de abalar ( roca movediza) y la Virgen de la Barca , me llegó del buen amigo e mejor poeta gallego Gonzalo López Abente, fallecido por el año 1963.
Una vez, hace muchos pero muchos años,
tantos que aún no habían nacido los abuelos de nuestros bisabuelos, llegó al
lugar que hoy se llama Dous Castelos (Dos Castillos), en donde sobre un castro celta había un castillo de altas
torres y paredes ciclópeas, llegó digo un trovador aventurero llamado Buserán. En él moraba el más poderoso
señor de las tierras de Nemancos y
Soneira, que dominaba sin que nadie le pudiera contrariar desde la ribera
del mar hasta toda la orilla del rio
Xallas (Que en su desembocadura, en Ezaro, esta tal vez una de las cascadas mas bonitas
de Gallicia ).
Este caballero tenia una hija llamada Florinda, joven, linda, rubia, gentil y
muy buena, cuya fama había traspasado los límites del señorío de su padre,
habiendo llegado a los mas apartados rincones, montañas y a los salones de las
mejores casas señoriales del reino de Galicia. Esta jovencita era huérfana de
madre y vivía en compañía de una aya un poco mayor, que era parienta del padre
de la hermosa jovencita. Este, pasaba largas temporadas ausente, dedicado a
empresas guerreras contra los moros (habiendose unido al Temple y ser aceptado
por ser viudo). Pues bien, en una de estas ausencias del señor del
castillo fue cuando llego el trovador aventurero.
Este, joven esbelto, rubio, de ojos
soñadores y porte señorial, acompañado de su laúd que llevaba siempre prendida
a la espalda, cantó una noche al pie de
las murallas del castillo, una cantiga de amor, tan suave y melancólica, que
arranco lagrimas a todos los habitantes del castillo y hasta las estrellas del
cielo ocultaron sus parpadeos tras las nubes viajeras, que comenzaron a
derramar menudas gotas de orballo (gotas muy pequeñas como rocío).
Esta canción abrió al trovador, no
solo las puertas del castillo que también en par en par las del corazón de la joven Florinda. El amor
surgió fuerte y dominador, soldando y quemando las almas de los dos jóvenes.
Felices pasearon su idilio por aquellos campos y peñascales. Frente al mar el
garrido trovador, improvisaba canciones, la joven, oia transportada a las
regiones de encanto y quimera.
Pero todo en esta vida tiene un fin. Los enamorados fueron traídos a la
realidad con la llegada del padre de la joven, que, al saber de aquel amor,
rompió con mano de hierro el lazo que les unía. Buserán fue expulsado del
castillo y Florinda encerrada en sus aposentos.
La joven pudo aún oír algunas noches
las canciones de su amado; pero después de algún tiempo dejo de oírlas y en
vano escuchaba en el silencio. Nunca más la voz querida llegó en el encierro a
sus oídos.
Pasados muchos meses y recobrada la
libertad, oyó a un pastor referir cómo el trovador, en una noche de tormenta,
había sido arrojado por los servidores del castillo a las negraas entrañas de
una profunda cueva en la Costa Alta.
Florinda enloqueció y desde entonces
vagaba por las orillas bravas de la costa, buscando a Buserán. Un fiel servidor
la seguía vigilando sus pasos. Y, este una noche, con el terror reflejado en el
semblante, los ojos desorbitados y erizados los cabellos, llegó al castillo
diciendo:
( ¡Señor, señor, su hija
fue llevada del mundo. Se la llevó Buxerán para el fondo de una gruta! ).
Despues de calmarse y poder enderezar
sus ideas, contó qque al anochecer, siguiendo como siempre a la infeliz
Florinda, vio que esta bajaba por el monte Cachelmo a toda prisa hacia el mar.
El corrió detrás de ella para ver si la alcanzaba, temeroso de que se despeñara
por la caverna que en aquel sitio abre su enorme boca. Pero no pudo detenerla
y, con gran asombro, vio que al llegar al borde se detenia gritando:
¡Buxerán,Buxerán, meu
amado Buxerán!.
(¡Buserán,Buserán, mi amado Buserán!)
Entonces el lacayo dice que oyó
distintamente la voz del trovador, que cantaba una de sus mas bellas cantigas.
Súbitamente, una ola gigantesca se estrelló allá abajo en los peñascales y una
columna espesa de niebla subió, hasta donde estaba ella y, <> (<>).
Esta es la historia de Buserana, que así llaman aquella caverna que
se abre en la falda del monte Cachelmo; y dicen
los pescadores que allí bajan a pescar que aún se oye a menudo, en determinadas
noches, la dulce cantiga de Buserán.