El viejo
amigo que me conto esta historia, en Santiago de Compostela, en el año 1964, me
dijo que el hecho le ocurrió a un tío de su abuelo llamado Xuan (Unos dicen de un pueblecito llamado Balea y otros de Rouxique), y que él lo había oído a su propio padre, y que lo tenía como cosa verdadera y muy cierta.
A Xuan,
según cuentan, de mozo que le habían gustado siempre las muchachas y se
divertía con ellas en las fiestas y romerías, en los bailes que se celebraban
las tardes de los domingos y en todas las reuniones que se ofreciese la
ocasión. Le llegó como a todo el mundo,
la hora de enamorarse de una joven muy guapa llamada Catuxa y pensó en
pedirle en matrimonio.
Pero su
madrina, que era a la vez tía y a la cual tenían por meiga todos los vecinos
del pueblo, le dijo un día:
No te
cases con Catuxa; no te conviene.
¿ Por
qué me dices eso, madrina?
¿No
te basta con mi consejo? Le contesto ella.
Xuan se
fue para casa pensando en aquello. Su tía Maruxa sabía muchas cosas y conocía
bien el mundo. Por sus condiciones de
cartomántica y el mote de meiga, debía fiarse de ella. Con todo dudaba.
Catuxa era una joven linda y frescachona; le gustaba el baile y cantaba que daba gusto oírla en
las foliadas. De otras cosas de su vida, no sabía nada. La muchacha le gustaba
y, además, tenía algunos bienes por su madre, que ya había muerto; y, cuando
muriese su padre, los acrecentaría con la herencia.
Madrina - díjole otro dia – Catuxa es una muchacha como una
rosa; trabajadora y posee además algunos bienes. ¿ Por qué dice que no me conviene para casarme con
ella?.
¿Quieres
saberlo?
Quiero.
Pues
ve el sábado por la noche a mi casa.
Maruxa le
dio un vaso de vino. Era una mezcla que parecía no saber a vino. La tía le
comento que tenía unas hierbas que eran muy buenas para algunos remedios.
Mientras bebía, ella se puso a calentar en la sartén un poco de enjudia y
empezó a hablarle de cosas extrañas. El se fue adormeciendo, sentado en un
escaño. Después, según dijo, sintió como si fuese por los aires; pasó por una
espesa nube de niebla blanca como la luz de la luna; le pareció volar sobre la
espesa sombra de los pinos y, por fin, oyó el rumor del mar. Estaba en una gran
playa, en la playa de A Lanzada.
Lo que
allí vió le hizo estremecerse. Tantas mujeres desnudas, y todas a brincar y
revolcarse en la arena, riendo y corriendo unas tras las otras. Había también
algunos hombres, aunque pocos, y muchas viejas. Todos parecían locos. ¡Qué cosas hacían! Luchaban, andaban a
revolcones….¡el diablo!¿he dicho el diablo? Si, el diablo también estaba allí,
en aquella reunión enloquecida y deshonesta, según decía Xuan. El diablo,
que veía todo aquello sonriendo alegremente, con sus cuernos retorcidos,
cuernos de cabrón, y con su barbita cabruna y su rabo de puerco golpeándole
suavemente en las costillas para ahuyentarle
las moscas.
¿Qué era
todo aquello?
Entonces, vio a una moza que, montada sobre
la espalda de un hombre, gritaba y reía mientras la golpeaba con un vergajo.
¡Nunca lo hubiera creído!¡Era Catuxa!.
Xuan
creía volverse loco, pero, ¿qué debía hacer?.
El diablo
soplo en un cuerno de buey y entonces toda aquella gente se calló. Unos se
sentaron sobre el suelo, otros se acostaron y el resto se recostaron en los
peñascos.
Una vieja
dijo: Yo hice que no se pudiera bautizar a un niño.
Otra
añadió: Yo hice malparir a una mujer.
Y Catuxa
dijo: Yo enferme de anemia a una mocita; le di mal de ojo a
un mozo; volqué un carro de leña, que cogió debajo a un viejo y ….
Xuan
cerró los ojos y se tapo los oídos con las manos. ¡No quería saber más! ¡le
bastaba con aquello! ¡Qué razón tenía la madrina! Ella la conocía bien. Bajo
una apariencia de ángel ocultaba un espíritu del infierno aquella mala alma.
Xuan despertó en la cocina de la madrina. Se levanto y, sin decir palabra, marcho a su casa. La madrina no le dijo nada tampoco.
Después,
al atardecer, Xuan se encontró con Catuxa, que iba muy arregladita y resplandeciente como un
sol.
Catuxa le
pregunto: ¿No vas a la foliada (Fiesta del pueblo)?
No
– la replicó el – Ayer estuve en la playa de la Lanzada y
estoy cansado.
Aquella
noche Xuan despertó aterrorizado. Sintió
en la garganta como si le clavaran un cuchillo. Echo la mano y agarró una cosa
extraña. ¿Qué era aquello?. La luna llena alumbraba la ventana y pudo ver
lo que sus manos habían apresado. ¡Era
una serpiente!
De un
golpe saltó de la cama, y con coraje y asco golpeo la cabeza del reptil contra
el suelo, después la tiró en un rincón.
Se lavó
el cuello y la garganta con aguardiente, se ató un paño alrededor del pescuezo
y se acostó otra vez. Pero no pudo recobrar el sueño y aguardó al día
cavilando.
¿No
sabes? Le dijo por la mañana su madre mientras ponía las gachas para el
desayuno. Tu novia, Catuxa, apareció hoy muerta al lado de la cama; parece que
debió caerse y batió con la cabeza en el suelo. La encontraron en un charco de
sangre.
Xuan se
acordó de la serpiente. Subió al piso y buscó por todos los rincones. ¡ La serpiente que mató había
desaparecido!
Y desde
entonces es muy famosa la playa de A Lanzada, para ciertos rituales.