Sarria es una
población de la provincia de Lugo
(España).
Está dentro de
la ruta del Camino de Santiago. Entre sus monumentos destaca la Torre la Fortaleza de los Marqueses de
Sarria, único elemento superviviente de la Fortaleza y el Monasterio de la
Magdalena construido en el siglo XIII. En total, en todo el ayuntamiento se
pueden encontrar hasta 20 iglesias de la
época románica.
La zona donde
más tarde estaría localizada Sarria y su comarca ya estaba habitada en épocas
anteriores. De aquella época quedan numerosos restos arqueológicos como pueden
ser Insculturas
(o grabados en las rocas) en las parroquias de Maside y Barbadelo,
Dólmenes
en Santa Marta, Arxemil, Vilamaior y sobre todos los castros (poblados de origen prerromano por los
Seurros que sobrevivieron en algunos casos hasta la Edad Media).
Destacan los castros de San Cosme da Pena, Outeiro de Goián, As Paredes de
Barbadelo, Santo Estevo de Maside, Calvor, Mundín, Teilonxe, Santa Icía en
tierras de Froián, San Miguel de Vilapedre, Tremeado, Padriñán, Betote y Tosal.
En el periodo suevo se localizó el condado sarriense
en la zona que va desde el Neira hasta el Sil,
abarcando tierras de O Cebreiro, Valcarce y Caurel. El resto de la
comarca sarriana pertenecía al condado paramense.
La fundación del
monasterio de Santo Estevo de Calvor
"in villa histórica" está datada en el año 785. En el primer
período medieval hay que destacar que se consolida el Condado de Sarria, en el
que sus tenientes llevaban ya a partir del siglo X, el nombre de "Comes in Sarria" o "Comes
in Elarín", ya que en Larín (Láncara) estaba la "Vila Real"
donde residían los merinos y jueces
reales que tenían jurisdicción entre Miño y Sil, y en algunos casos "hasta la orilla del
mar".
Además del
condado sámense, normalmente vinculado al condado de Lemos y a la familia real,
hubo otras tenencias en Louseiro y Froián, así como una "mandatio" en Barbadelo, junto con posesiones ligadas a
los reyes en Louseiro y San Cosmede.
LEYENDA DE LOS SIETE INFANTES
En la parroquia rural
de San Martin de Fontao,
perteneciente al ayuntamiento de Sarria
(Lugo), hay una aldea llamada “Castelo dos sete Infantes”. En esta aldea, en la cual existía un gran
pazo no hace muchos años, hay una leyenda que dio origen al nombre del lugar, y
es la siguiente.
Dícese que antes del
pazo había allí un castillo perteneciente al señorío de los señores de Gayoso, uno de los cuales,
joven caballero que poco después de haberse casado salió a pelear al lado del
rey por tierras de los santos lugares,
como otros tantos nobles gallegos, marchó con la esperanza de volver al cabo de
un tiempo para poder asistir al nacimiento de su hijo primogénito.
Pero aconteció que
llegado aquel momento, la esposa del joven guerrero dio a luz a siete infantitos, sin que su marido
hubiera estado presente, como había mostrado deseos de hacerlo en el momento de
partir hacia la guerra.
Horrorizada la joven
señora ante tan numerosa cantidad de hijos, decidió conservar el primeramente nacido y hacer desaparecer a los
otros seis, que creyó sólo habrían de depararle perjuicios y pesares sin
cuento.
Y dice la leyenda que
encargó a una de sus sirvientas de toda confianza que los metiese en una cesta
y fuese a tirarlos al río.
La sirvienta se
dispuso a cumplir la orden y, portando la cesta sobre la cabeza con los seis
sentenciados infantitos cubiertos por una manta, se encaminó hacia la ribera
del río donde tenía que arrojarlos para ahogarlos.
Pero en el camino se
encontró con un caballero que le preguntó de dónde era: y al responderle que servía en el castillo de Gayoso, el
caballero le pidió noticias de cómo estaba la señora. Díjole la sirvienta que
la señora había sido madre de un hermoso niño, lo que produjo gran satisfacción
al caballero.
Después este,
curioso, le preguntó qué era lo que portaba en aquella cesta tan grande; a lo
cual ella, sorprendida, respondió que eran unos perros recién nacidos que iba a
tirar al río.
-Caramba – exclamó el caballero, -pueden ser hermosos perros de caza – y añadió -: déjame que los vea-.
-No, señor- respondió la mujer, aterrada, -Yo he de cumplir con la orden dada-.
Pero entonces un niño empezó a llorar y el caballero,
rápidamente, levantó la manta, viendo con asombro que no había perros, que eran seis
niños lo que la mujer llevaba en la cesta.
¡Acompáñame! –le ordenó el caballero-. De estos niños me encargaré yo. Pero has de guardar
secreto de esto o diré que te vi arrojar a los infantes al río y serás
descuartizada por tu crimen.
Aquel caballero, que
era el padre de los infantes, llevó a estos a casa de uno de sus vasallos, al
cual encomendó la crianza de los niños, y se fue después a su castillo, donde
celebró una fiesta por su llegada y por el nacimiento de su primogénito.
De lo demás nadie
supo nada.
Fueron pasando los años.
El primogénito iba creciendo y educándose en el castillo, instruyéndose en el
ejercicio de las armas, de la caza y de
las humanidades, como convenia a su condición, hasta que llegó el dia de su mayoría de edad. Entonces se preparó en el
castillo todo lo necesario para la gran fiesta.
Pronto los gritos de
los vasallos que llenaban el patio del castillo resonaron con alborozo y las
gaitas y panderos lanzaban sus sonidos mas alegres.
De pronto, el señor Gayoso pidió a todos unos momentos de
silencio y dirigiéndose a sus amigos y vasallos, grito:
Ahora vais a conocer no sólo a este querido hijo mío a
quien agasajamos hoy, sino a sus otros seis hermanos gemelos que mi compadre
señor de Osorio me ha hecho el favor de criar y educar, y los cuales merecen
también mi amor y los honores de mi casa, que es la suya.
Y al compás de una
marcha solemne entraron en el gran patio los seis infantes con su ayo el señor
Osorio, entre las aclamciones de todos los presentes.
Pero la esposa del señor Gayoso, al ver a los hijos que ella
creía muertos y desaparecidos, sufrió tan fuerte impresión, que falleció
repentinamente.