Oct 2, 2015

El Milagro de la Vilaguisada



En la provincia de Lugo, ayuntamiento de Cospeito, en el camino que va de Vilaguisada a Saavedra, esta la ermita de la Virgen de los Milagros, y en la pared del lado del evangelio del altar mayor, hay un sepulcro donde yacen las cenizas y el escudo de armas con los nombres de don Rodrigo González de Ribadeneira y su esposa doña Violante de Saavedra, señora de Vilaguisada.

Don Rodrigo González de Ribadeneira, que había accedido al título de señor de Vilaguisada (a través de su matrimonio con doña Violante de Saavedra señora de Vilaguisada), Vivian dichosos en su casa-torre de Vilaguisada. La casa-torre estaba situada en la parroquia de Saavedra, a la cual pertenecía la ermita de la Virgen de los Milagros, que desde tiempos inmemoriales tenía muchos devotos y como no también a los señores de Vilaguisada.

Y sucedió que un mal día, apareció un hombre muerto en una de las dependencias de la casa de Vilaguisada y algunos de aquellos enemigos personales de don Rodrigo le achacaron el hecho y culpa de esa muerte, o por lo menos, que él había sido quien mandó que lo mataran. El caso fue que la justicia real le mandó prender.

Pero cuando lo llevaban camino del tribunal que había de juzgarle, tuvo que pasar por delante de la iglesia donde se veneraba la Virgen de los Milagros.

Cerca de esa iglesia había una fuente a la cual llamaban, por su proximidad, la “Fuente de Nuestra Señora”, al llegar ante ella, don Rodrigo exclamo:

-¡Oh, Virgen Santa!¿No harás ver a estos hombres que me llevan preso sin razón, que yo soy inocente de lo que se me imputa?.

Y aún no bien fueron dichas estas palabras, he aquí que las cadena con que iba preso se soltaron y cayeron en el suelo por si solas.

¿Cómo ha sido eso? - dijo uno de los que le llevaban-.
-Eso fue que no las has puesto bien- - dijo otro- ; ya verás cómo, al asegurarlas yo, no le caen.

Y, con el mayor cuidado, cerró bien el candado para que no volvieran a caerse de nuevo.
Pero, a pocos pasos más adelante, y en el mismo momento que pasaban por delante de la puerta de la iglesia, don Rodrigo volvió a decir:

-¡Oh, Virgen Santa!¿Tú, que sabes que soy inocente, no me ayudarás?

Y entonces otra vez las cadenas se soltaron y cayeron al suelo.

¡Esto es un milagro de la Virgen! – Gritaron algunos de los que le custodiaban- ¡Es un milagro! Este señor es inocente.

El alcalde del Ayuntamiento escribió en un papel cómo por la invocación del señor don Rodrigo las cadenas se habían soltado sin que nadie las tocara y le dejaron volver para su casa en libertad.

Agradecido, el señor de Vilaguisada quiso que el día que finase fuera enterrado al pie de la Virgen de los Milagros de Saavedra; y se dice que acudió tanta gente a su entierro, que llenaba el camino que va de Vilaguisada a Saavedra.