Las tierras de Friol fueron colonizadas por los romanos, lo
que no resulta extraño, ya que teniendo en cuenta que la capitalidad del
convento jurídico lucense era Lucus
Augusti, permite suponer que estas tierras fueros romanizadas en época
temprana.
Madoz supone
que la antigua mansión del itinerario de Antonio, denominada Caranicum, Coránico o Caronium redúcese
a la actual parroquia de Santiago de
Guldriz. Aunque hoy se opina que estuvo aquella en la actual “Graña de Vecìn”, en el ayuntamiento de
Trasparga. Pero que algo significaba
en lo antiguo está comarca, lo prueba el ser uno de los más ricos condados de
la provincia lucense, en tiempos ya de los reyes suevos, el de Narla, tan de Friol como que la parroquia que lleva aquel nombre no
dista sino 4 Km. de la capital del
ayuntamiento.
De la época romana aparecieron restos
en una vía al construir un puente sobre el río
Narla en Friol, vía que es de suponer que fuese una derivación de la que
pasaba por Aparraqua o Parga, y que
se comunicaría con la que de Lugo iba cara el sur.
De época similar debió ser el castro o la Rocha de Narla, en la cual
estuvo la casa y castillo de los Ulloas.
<>.
De todos modos, que en tiempos
pre-romanos debió ser una comarca importante, lo demuestra el gran número de mámoas descubiertas en él y que hizo
célebre al licenciado Pedro Vàzquez de
Ornas, clérigo y dueño y señor del Coto de Remecil de Parga, más vulgarmente
conocido por El Indiano, por haberse criado en América.
Vàquez
de Orjas<>. No seguiremos paso a paso los detalles del proceso a que
dieron lugar la terquedad del señor de Remecil y la codicia de los naturales
del país, apresurándose a registrar cuantas mámoas tropezaban a su paso (139), hasta el punto de que las
informaciones obtenidas en el último trimestre del año (1609), varios testigos
vecino de las jurisdicciones de Friol, San Payo de Narla, Orden de Santiago,
Tierra de Gayoso, Puertomarìn, Parga, Trasparga, Ribeira de Pigra y Cotos de
Sobrado... afirman <300 a 400 mámoas
y que todas ellas se
abrieron de noche y ocultamente, de modo que no se sabe quiénes las abrieron ni
lo que en ellas encontraron, pero es cosa pública que de algunas de ellas se
sacaron tesoros>>.
Entre las mámoas que en el famoso
pleito se citan, constan, como la de mayor importancia, la Dos Castelos, en la jurisdicción de la Torre de Narla, de la
que era dueño Don Alonso Ordèñez das
Seixas; la de Anafreita, la de Porto
Anguieiro en Anxeriz, la se Reigosa y otras.
Todo ello demuestra en último término,
que en aquel territorio debieron existir tribus
celtas, detrás de las cuales llegaron huestes romanas que edificaron tal
vez ciudades de la que hoy ni aun el recuerdo queda.
LA LEYENDA :
DOÑA CATALINA DE SANTISO
(Esta,
que parece simplemente una leyenda, es relación de hechos reales y figura
escrita por un monje en una Historia manuscrita del Monasterio de Sobrado, en
el siglo XVIII.)
En el ayuntamiento de Friol (Lugo) aún se conserva en buen
estado el castillo de San payo de Narla.
Uno de sus señores fue Don Vasco das Seixas, que se casó con Doña Catalina de Santiso, hija del
hidalgo Don Sancho López de Santiso, que
vivía en la parte de Asturias que antiguamente perteneció al Reino de Galicia.
Doña Catalina era una señora
virtuosa y caritativa. No así su marido Don vasco, de carácter
vehemente, exaltado e irreflexivo, a
quien temían no sólo sus míseros vasallos, sino hasta los mismos hidalgos
vecinos suyos, que, en cambio, querían y respetaban a Doña Catalina.
Algún tiempo después, Don Vasco das
Seixas empezó a sentir por su mujer una
aversión profunda y cruel; no se sabía si era porque Don Vasco la despreciaba,
pereciéndole que su sangre era menos noble que la suya, o porque ardían en su
corazón otras pasiones que le hacían olvidar el amor de su legítima esposa. Tal
vez fuese la caridad y el amable trato de Doña Catalina tenía para con sus
vasallos, a los cuales Don Vasco aborrecía y atropellaba, imponiéndoles
gravosos trabajos e impuestos.
Hasta
que un día, pregonando que la había sorprendido con un amante, pretendió
envenenarla para
borrar aquel ultraje, deshonrándola y librándose de ella por aquel medio. Pero el veneno no logró lo que Don Vasco
deseaba, quizá por no estar bien preparado, o por ser débil.
Pero Don Vasco sentía desde entonces
todavía mayor desprecio y odio contra la desdichada Doña Catalina; y aconteció
que el día de Todos los Santos, en un
rapto de aversión, él mismo clavó su daga en el pecho de su esposa por dos
veces, viendo con loca alegría cómo la infeliz caía muerta a sus pies.
Don
Vasco huyó a Portugal;
el cadáver de Doña catalina estuvo cuatro días en la torre del castillo,
mientras salían emisarios en busca de su padre. Al fin, llegado a Narla don Sancho, fue enterrada en una capilla del monasterio
de Sobrado.
Posteriormente, el padre de Doña
Catalina pidió a la Real Audiencia de A Coruña que se hiciera una investigación
sobre la muerte de su hija.
El cadáver fue desenterrado y cuantos
estaban allí presentes vieron, asombrados, que la
señora parecía estar dormida; tan fresca como el día mismo en que había muerto,
con las mejillas sonrosadas y una sonrisa en sus labios húmedos.
Después le descubrieron el pecho y,
apartándole las manos que tenía cruzadas sobre él, pudieron
observar cómo de las heridas que le causó su esposo brotaba suavemente la
sangre tibia cual si todo hubiese ocurrido en aquel momento.
Aquel milagro fue tenido como una
demostración de la inocencia y santidad de Doña Catalina.
Súpose, pocos días
después, que Don vasco das Seixas, había sido muerto a estocadas en Portugal,
en una riña que se había suscitado entre varios hidalgos de la casa del duque
de Braganza.