Sep 18, 2015

Milagro en Compostela - Año 866



El 18 de Junio del año 866, el rey D. Alfonso III nombra a Adaulfo II obispo de la sede de Iria y Compostela, pidiéndole que procure regirlas con vigilancia y firmeza, extirpando los vicios y malas costumbres y que haga oración por él con toda su congregación, como repite al final del diploma. "Omnia vigilater …….....cum omni congregatione vestra" (Tumbo A, fol 2; España Sagrada, Tom. XIX). Aquí se ve ya que la Iglesia de Compostela ocupaba el primer lugar de la Diócesis.

Las eminentes virtudes de Adaulfo II, y acaso su celo por la conservación de la disciplina eclesiástica, ofuscaban con sus destellos a muchos espíritus débiles (ó fuertes, según la carne), que no podían soportar el vivo resplandor de tanta luz. Urdieron, pues, una conspiración para sepultar en el cieno á quien de él pretendía levantarlos. Buscaron como cómplices e instrumentos a algunos de los servidores de la Iglesia Compostelana (Fueron cuatro los criados del obispo: Iadón, Cadón, Ensión y Auxilión), y los instigaron para que acusasen ante el rey al obispo Adaulfo II del torpísimo vicio de sodomía.

El rey muy sorprendido, dio oídos a la denuncia de los siervos, los cuales de tal modo supieron presentar el hecho, que el crimen parecía fuera de duda. Sin embargo, como no era procedente el castigo por solo la acusación de los siervos, juzgo que el obispo debía purgarse del delito ó demostrar públicamente su inocencia, por medio de una de aquellas pruebas que estaban tan en uso en la Edad media, y que se conocían con el nombre de pruebas vulgares o juicios de Dios. La prueba propuesta, por consejo de los maliciosos émulos del Prelado, fue el ser expuesto á la furia de un toro bravísimo azuzado por los ladridos de encarnizados perros.

Acepto Adaulfo II; y el día convenido, después de celebrar con el fervor y devoción de que era capaz la Santa Misa con el ceremonial prescripto para tales casos, y revestido de pontifical, salió a la plaza en que había de tener lugar el terrible drama (La plaza en cuestión, yo creo que era lo que ahora se conoce como San Clemente, antes Campo de la leña y mucho antes era un descampado con pinos).

Grande era el concurso, afanoso de contemplar la escena; pues el espectáculo lo requería, o que no podía ser más que una experiencia jurídica de la inocencia de un tan cualificado acusado. Sale enfurecido el toro; y la ansiedad por ver el desenlace del encuentro entre el obispo y el toro se refleja en el semblante de todos los asistentes. Y en efecto, el desenlace resultó bien digno de ser contemplado.

Así que el toro advirtió la presencia del obispo, depuso su fiereza y se acerco manso, sumiso y humilde hasta poner sus temidas defensas, como señal de reverencia, entre las manos del prelado.

Vencida estaba la prueba; Adaulfo II  fue declarado inocente del crimen y los acusadores de falsarios y perjuros. El prelado no se aprovecho de su triunfo, perdonó a los falsarios, después de renunciar a la Sede y hacer publica manifestación de que olvidaba la injuria. Desde entonces se dispuso a satisfacer la constante aspiración de su vida, el entregarse de lleno a la contemplación retirándose a un lugar de Asturias (Iglesia de Santa Eulalia del valle de Pravia y en la cual a su muerte fue sepultado).

Díjose, por último, que el toro había dejado sus astas en las manos del prelado y se colgaron como recuerdo, en el baldaquino del altar mayor de la iglesia de Santiago de Compostela (Hoy catedral).

Antes de retirarse a la meditación dejo el obispado en las manos de de su sobrino por parte de madre, Sisnado I, el cual trajo sus restos de Asturias a Compostela, y les dio honrosísima sepultura.

Leyenda ó Milagro ??????