En aquellos lejanos tiempos del feudalismo, allá
por el siglo XIII o el XIV, vivía un conde llamado don Froyaz o Froilán,
que habitaba un imponente castillo. Relativamente joven, se mantenía soltero.

Una mañana que caminaba por el declive de un
monte cercano al mar, atisbó junto a unas peñas de la playa el cuerpo de una
mujer que parecía dormida; estaba desnuda, pero no se veían bien sus piernas a
causa de unas piedras que las ocultaban.

Uno de los escuderos se despojó de su tabardo, con
el cual cubrió a la sirena; esta fue colocada sobre un caballo y conducida al
castillo de don Froilán, que, prendado por la hermosura de aquella mujer,
sintió estremecerse su carne varonil con una emoción y una inquietud que jamás
había experimentado ante mujer alguna. Y quiso casarse con ella.
Una vez instalada en su castillo, vestida como
cumplía y atendida por varias doncellas, don Froilán la hizo bautizar; y como
había surgido del mar y en el mar la había hallado, consideró que ningún nombre
le convenía mejor que el de “Mariña”; y Mariña fue su patronímico.
Pero doña Mariña era
muda. No sabía hablar y, a pesar de los intentos de don Froilán para
enseñarla a pronunciar algunas palabras, ella, por mucho que se esforzaba en
decir las frases más simples, no lo conseguía, lo cual tenía entristecido al
conde. Y más cuando al cabo de algún tiempo nació su hijo primogénito y vio
como la madre le acariciaba con amor y le besaba con ternura, pero no le
dirigía ninguna de las palabras cariñosas con que las madres suelen hablar a
sus hijos; sus expresiones consistían solamente en gestos, que algunas veces
terminaban en lágrimas al no poder decir con la voz toda la ternura que sentía
por él.


Y todos lloraban en aquel momento, de emoción y
de alegría. Y la fiesta prosiguió con mayor alborozo aún.
Y en recuerdo del hecho
y por haber acontecido en aquella fecha, al niño le pusieron de nombre Juan.
A esta leyenda se
refiere el conde don Pedro de Barcelos (Portugal) en su
Nobiliario. Y sobre ella escribió también Teodoro Vesteiro Torres
y López Ferreira.