En el
ayuntamiento de Cedeira, partido
judicial de Ortigueira, y en la
escarpada sierra de la Capelada, por
la parte que desciende hasta el
Atlántico, en una ribera inabordable por el constante batir del agitado mar,
hay un santuario famoso en Galicia,
al que acuden las gentes de toda la región y aun muchas de León y Asturias.
Este santuario es el de San Andrés de Teixido, al cual, según
la conocida frase legendaria, <> (<< va de muerto el que no va de vivo>>).
Hoy es relativamente fácil el
acercarse allí, porque los automóviles van ligeros y pueden ir hasta Chimper, pequeña aldea al pie de la
montaña, que es preciso subir andando y después recorrer un buen espacio por la
cumbre para descender al fin por el declive de la parte opuesta; pero
antiguamente, las gentes de lugares lejanos tenían que hacer grandes caminatas,
e iban en grupos con un guía que les enseñase el camino y los sitios apropiados
para pasar la noche, si esto se hiciese necesario por ser de aldeas o villas
muy lejanas.
Y como aquellos que no
pudieran haber hecho la romería de vivos tienen que hacerla después de muertos,
hay la creencia de que las alimañas, reptiles, etc., sirven de vehículo para
las almas que hacen en el cuerpo de un lagarto, una serpiente o una garduña la
obligada visita a San Andrés de Teixido.
Y por esto nadie hacia el
menor daño a ningún animalucho que encuentre en su camino cuando va hacia la
romería.
La leyenda del porqué de esto
es la siguiente:
El santo apóstol San Andrés, que se encontraba en aquel
apartado rincón, aislado y solitario, andaba casi siempre triste, sabiendo que
grandes peregrinaciones de todas las partes del mundo cristiano acudían a Santiago de Compostela para hacer
oración ante la tumba del Apóstol
Santiago, a pesar de las penalidades que tenían que sufrir. En cambio, su
santuario se veía vacío, por más que él hacía también milagros y sanaba
enfermos, que serían incurables sin su ayuda protectora.
Y dice la leyenda que el buen
San Andrés recorría los caminos
melancólicamente; diríamos que malhumorado si no fuese santo; en fin, si no
malhumorado, muy contento no debía andar tampoco.
Un día, durante una de las
largas caminatas en que iba cavilando en su poca suerte, se halló repentinamente
ante Nuestro Señor Jesús Cristo, que
había venido a nuestra tierra para ver cómo andaban las cosas.
Al verlo, el Señor le preguntó: -¿Te
veo triste, Andrés; ¿qué es 1o que te pasa?
Y San
Andrés, aprovechando la ocasión, le respondió: -Divino Maestro: ando triste
porque veo que de todo el mundo vienen gentes a visitar a tu discípulo
Sant.Yago, que está en buena tierra y tiene buenos caminos para llegar hasta
él; y sufren y padecen durante los largos días de las lejanas jornadas que dura
su romería...--y con toda humildad, añadió--: En cambio, nadie llega hasta
mí; mi santuario está siempre vacío, como si yo no fuese también vuestro
discípulo, no menos fiel y celoso del bien de todos los hombres.
Nuestro Señor,
compadecido y mirándole con cariño, le dijo entonces: -Dices bien, Andrés, y tú no has
de ser menos que Jacobo. De hoy en adelante te prometo que nadie entrará en el
cielo sin que haya visitado tu santuario, por lo menos una vez en la vida; y
aquel que no lo hiciere de vivo tendrá que hacerlo después de muerto.
Y así fue, y por eso se dice:
A San Andrés de Teixido, vai de morto o que non vai de vivo.
(A San Andrés der Teixido, Va de muerto el que no
va de vivo).