ABEGONDO, municipio entre ríos, -Mero, Barcés y Gobia-(su nombre viene del Visigodo, Abe=agua y gondo=tierra), está enmarcado dentro de la comarca natural de “As Mariñas dos Frades" (Culleredo, Cambre y Abegondo),en el que la existencia de varios pazos y castros indica la relevancia que tuvo a lo largo de la historia, destacando el Castro de Meangos, en el que se encuentra la iglesia de Santiago de Meangos.
En
la antigua división territorial de Galicia, la mayor parte de las 19 parroquias
pertenecían a la provincia de Betanzos;
constituyéndose desde 1835 como Ayuntamiento independiente, ya formado con la
misma división territorial de parroquias que la actual.
Asimismo,
otros datos históricos de Abegondo pueden verse en las familias nobles
asentadas en la tierras de este municipio. Así el linaje de los Figueroa, con casa en la parroquia
del mismo nombre, está relacionado con la leyenda del “Tributo a las Cien Doncellas”.
Este tributo era exigido por los moros, tanto al estado noble como al estado
llano por el que las doncellas eran enviadas a los harenes, previa reclusión en
la Torre de Bordel, a la espera de
ser embarcadas rumbo a Córdoba. Cuatro
hermanos de los Figueroa lideraron una batalla con objeto de liberar a las
mujeres presas en Bordel-Sarandós, luchando con ramas de higuera. De este
hecho heroico fue como el linaje de los Figueroa
adoptó en su escudo una rama de higuera con cinco hojas.El marquesado de los Figueroa
fue otorgado por Carlos II en el año
1675 a Baltasar Pardo de Figueroa y Lupidana, caballero de la Armada y
gobernador general de Tucumán.
Otras
familias ilustres fueron los Etcheverría o los Quiroga, de los
que perduran distintas edificaciones que dan muestras de la importancia que en
su tiempo tuvieron socialmente.
TORRE DE
BORDEL
Se trata de una
edificación vinculada a la leyenda del “Tributo de las Cien Doncellas”. La construcción actual asemeja a un pequeño
pazo rural. Tiene dos torres unidas al cuerpo central. Finca con árboles
centenarios.
CASA DE
FELIPE II
En las
inmediaciones de la carretera de
Montouto a Carral, cerca del río. Se conoce así a esta casona, al figurar
una inscripción en su fachada que recuerda la estancia en la misma del príncipe
Felipe, hijo del rey Carlos V, en viaje a A Coruña, para embarcar hacia
Inglaterra donde contraería nupcias
con María Tudor.
Layenda de "LAS CIEN DONCELLAS"
Allá por el año 780 la ambición de un hombre que quiso ser rey le llevó a pactar
con los enemigos de su propia tierra y religión; con los árabes que tenían
invadida y dominada casi toda la Península. Fue Mauregato aquel hombre; y cuentan las crónicas que, además de
suspender la guerra que el rey legítimo, Alfonso
I. venía sosteniendo contra aquellos infieles conquistadores, les ofreció
por su ayuda un tributo anual de cien doncellas de las tierras de Galicia
cuando él reinara.
Mauregato triunfó con sus partidarios, apoyados
por los musulmanes; reinó en el transcurso de varios años en el extremo
Noroeste de España al que los mahometanos llamaban Jaliquia ( Galicia), y se cumplió el innoble compromiso contraído
echando suertes entre sus vasallos, a fin de señalar aquellos que deberían
entregar sus hijas para pagar el malhadado tributo, de todos odiado y por todos
maldecido.
Reuníanse las doncellas gallegas en
una torre llamada por esto “ la Torre de
Peito Bordelo “ , es decir, traduciéndolo al español, la torre del oprobio; tributo de ignominia al que todos tenían que
contribuir. Esta torre, según dicen algunos, se levantaba en un pequeño valle
cercano del desembarcadero de Betanços (
léase Betanzos ), al cual le pusieron por aquello el nombre de Val-doncel; y allí eran recogidas por
los jefes moros que , con una escolta, traían esa encomienda. Y en sus galeras
trasladábanlas a Al-Andalus, o sea a
tierras de Andalucia, donde estaba el Califato, para ir renovando los
harenes.
Pero sucedió que una vez le tocó la
suerte, la mala suerte, a un hidalgo que no se resignaba a perder a su hija,
única y muy querida por él, y mandó llamar en secreto a sus cuatro hermanos, a
otros parientes y amigos.
Llegado el día señalado para que se
reunieran las jóvenes que habrían de constituir el pago del oprobioso tributo,
aquel hidalgo, para no infundir sospechas, hizo
vestir a su hija con los más ricos vestidos, como le habían ordenado, y la
condujo a Val-doncel.
Los conjurados, vestidos unos de
mujer, se habían mezclado con las doncellas que iban a ser entregadas; los mas
se ocultaron en un espeso figueiral (lugar muy poblado de higueras) que allí próximo había, armados con ramas de higueras y preparados para la
lucha.
Y cuando los jefes moros se
descubrieron de las celadas protectoras ante las que iban a ser sus cautivas,
rápida y súbitamente se hecharon sobre ellos los parientes y amigos de aquellas
y les dieron muerte antes de que pudieran darse cuenta de lo que sucedía, En vano acudieron los guerreros de la
escolta; más y más hidalgos y hombres del pueblo armados con ramas de las
higueras salían de entre estas, y la lucha que se trabó fue terrible; pero
pronto vencieron los gallegos, derrotando completamente a los moros y
adueñándose de las galeras que, varadas en el embarcadero, esperaban aquella
carga de doncellas, que así quedaron libres de la esclavitud afrentosa a que se
veían condenadas.
Lo cierto fue que, en recuerdo de
aquel acontecimiento, el hidalgo adoptó el apellido de Figueroa, y puso en su blasón una rama de higuera con cinco hojas (una
por cada hermano).